Durante 109 minutos, es imposible apartar los ojos de la pantalla. Al tiempo que tiene una trama clásica, el director James Foley innova en la forma de revelar el caso. Sustenta una historia inteligente, que envuelve traición y seducción, pero también denuncia los insondables desvíos de conducta que rondan la sexualidad de los seres humanos y, de forma velada, el complejo juego de intereses, presente en el ámbito de la publicidad.
De nuevo, el cine otorga poder (irreal en el mundo real) a la clase periodística o al periodismo de investigación. La periodista Rowena Price, interpretada, con rigor y vigor, por Halle Berry, empieza la película como defensora de la moralidad. Propone desnudar lo que pasa detrás de los bastidores de la política y del mundo empresarial hasta el momento en que se ve delante del misterioso asesinato de su compañera de infancia, Grace (Nicki Aycox), ex-amante del influyente Hill, atrayente, seductor y al mismo tiempo, peligrosamente misterioso.
En la búsqueda del criminal, Rowena se disfraza. Para esto, cuenta con la ayuda de un amigo enamorado de ella de forma obsesiva y anónima, Miles Haley (Giovanni Ribisi). En el mundo real, asume la identidad de Katherine, empleada temporal en la agencia de Hill. En el mundo virtual, es Verónica, con quien el publicitario Hill mantiene tórridos diálogos. Y es cuando la bella periodista descubre que no es la única a cambiar de identidad, y entonces trae al público los peligros que rondan la virtualidad...
Y el punto máximo de Seduciendo a un extraño, primera película con escenas rodadas en el World Trade Center, tras el fatídico 11 de septiembre de 2001, es que aun siendo revelado el asesino, Hill continúa en prisión. Esto refuerza la fragilidad de la justicia, ya que, con cierta frecuencia, errores judiciales son expuestos a la luz pública. De la misma forma, la película remite a la vida cotidiana. ¿El cine como arte que reproduce la vida o la vida produce el arte?