El drama de la compra de un auto familiar

Todos sabemos que a la hora de realizar una compra en la que es necesaria una suma de dinero considerable, todo debe ser perfecto para el comprador. Este nunca diría frases como "lo que venga" o "me llevo lo primero que encuentro" (a menos que sea Susana Giménez, que según ella, todavía hay dinosaurios en la Patagonia ¡Y vivos!). El caso de la compra de un auto puede resultar interesante, divertida, estresante.. Dependiendo de donde se lo mire, pero en el caso de MI familia, es toda una odisea de no terminar jamas. El tema es que la historia, en realidad, arranca de mucho antes..

Todo comienza el 13 de Marzo de 1998 cuando vi entrar por la puerta de mi garage a aquel que se iba a convertir un tiempo después en un verdadero compañero de aventuras. El, un Ford Escort CLX plateado, entro recién salido de la concesionaria, todo limpio y todavía con las fundas en los tapizados y ese olorcito a nuevo. Obviamente, a los 10 años de edad no podía esperar simplemente subirme e irme a dar unas vueltas en el... ¿O no?. Seis meses despues fue en aquel vehículo que aprendí a conducir, pero la cosa no paro ahí. Este me acompaño durante muchos años de ilegalidad, durante mi examen de manejo, varios viajes al picódromo del autódromo Oscar Alfredo Gálvez (donde competí y gane casi todas las veces), un sin fin de salidas los fines de semana y unas cuantas aventuras de pura adrenalina, recordando por sobre todas una que tuve una noche en la que me acompañaba mi amigo Julián, en la que saltamos el puente de la calle Jorge Newbery a 95 km/h, literalmente despegando del suelo y casi aterrizando de nariz. Increíble. En todas esas aventuras fue en las que aprendí todo sobre conducción deportiva, ir de costado, con el freno de mano, competir y demás, siempre sin sufrir un razpón ni el vehículo ni sus ocupantes.

Hay un dicho de un piloto de Formula 1 que dice "Podes estar compitiendo en uno de los autos mas rápidos del mundo a 350 km/h, salir ileso y luego tener un accidente con un carríto de golf", y eso es lo que paso el 26 de Agosto pasado, cuando en un domingo lluvioso se me atravesó un colectivo en la intersección de Viamonte y Bouchard. Obviamente, iba a ritmo normal (30 km/h), particularmente por la lluvia y el hecho que mi hermana estaba conmigo, pero el colectivo paso en rojo, iba a 60 km/h (según los peritos) y también marchaba fuera de recorrido. El impacto fue fuerte pero, a pesar de unos cuantos golpes fuertes y moretones (por no mencionar la semana de reposo y la internación en el hospital), estábamos bien. La única víctima fatal en esto fue mi hermoso Escort, el cual tenia daños terminales y lamentablemente no pudo volver a andar. Ese fue el día que el "Flecha Plateada" dijo adiós..

El domingo pasado fui con mi familia a una concesionaria Peugeot para ver a su potencial sucesor, el 206. El único inconveniente es que ahora no tiene el acople de "familiar" sino "de la vieja", la cual es mi querida señora madre... ¡Que no maneja!. El vendedor le decía los detalles sobre los diferentes modelos, que la radio, que el levanta cristales, que el ABS, que el cierre centralizado, que las llantas... Y ella con una cara de sorprendida increíble, como cuando uno va a examen final sin haber estudiado nada, poniendo su mejor cara de pócker para que el profesor no se de cuenta. Encima, cuando le decían las especificaciones, me miraba a mi con ojos mojados pidiendo urgente un diccionario tuerca. Hacia el final de la reunión, el vendedor termino por dirigirse a mi, sabiendo que entendía mil veces mas que ella. Y ahí es cuando mi vieja trajo la frase fatality: "El auto va a ser mio, pero a veces, no muchas, te lo voy a prestar". Seeeeee claaaaaaaro. ¡¡Manzana "a veces"!!. Vieja, te comento que lo quiero negro, con tres puertas, techo solar, un stereo polentoso, faros antinieblas, llantas cromadas y, si no es mucho pedir, ¡que tenga el mismo tunning que el de Marcus Grönholm!.